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Torsten Feys, investigador del Instituto Flamenco del Mar, estudia la historia de las migraciones y el turismo.
Junto con la creadora de pódcasts Eva Moeraert, Feys ha ido en busca de las huellas que Fernand Robette dejó en Bélgica tras su viaje.
Quién fue aquel hombre?
Qué hacía Fernand antes de emigrar a Sudamérica?
Qué relación tenía con la Oostende belga?
Por qué eligió precisamente Argentina y por qué estableció allí una localidad costera?
Regresó a Bélgica en algún momento?
Y cómo puede clasificarse su «escapada» dentro del proceso de globalización que estaba teniendo lugar en aquel momento?
Muchas preguntas, que han llevado a Torsten hasta Mons, Bruselas, Schaarbeek, Gante, Oostakker y Sint-Amandsberg. Con unos resultados que, en parte, se recogen en un capítulo del libro sobre el sentido y el sinsentido de la historia universal.
Y la investigación? Sigue en curso, en colaboración con compañeros de profesión argentinos y más allá de las fronteras del país.
A continuación, puedes leer un fragmento del capítulo del libro.
Turismo de masas: La historia de Oostende y Ostende (Argentina)
La primera piedra de Ostende fue colocada el 6 de abril de 1913, en un soleado día de otoño. Los invitados más prominentes llegaron en una locomotora Decauville, del inventor francés del mismo nombre. Este sistema ligero y de sencillo montaje facilitaba sobre todo el transporte de mercancías desde y hacia lugares de difícil acceso. Y ese era el caso de aquel pedacito de naturaleza virgen en la costa argentina. Pero el empresario Fernand Robette, originario de la ciudad belga de Mons, y su socio italiano Augustin Polí llevaron a cabo grandes planes para cambiar aquella situación. Haciendo referencia a la localidad costera belga de Oostende, que en aquel momento gozaba de fama mundial, su homónima argentina iba a convertirse en una atracción turística, en la auténtica perla de la costa atlántica. Las obras ya estaban en marcha para construir un hotel (Hotel de Termas), un paseo marítimo (Rambla Sur) y un muelle de nada menos que 250 metros. Los barcos empezaron utilizándolo para suministrar materiales de construcción, pero más adelante serviría como zona de paseo con una cafetería para bañistas justo al final, al más puro estilo de Brighton y Blankenberge. Confiaron la Rambla a Marcelo Prudent & Co, concesionarios de Hennebique & Co, que gozaban de una gran reputación como inventores del hormigón armado. El ingeniero japonés Yosomatsu Ohno se encargó de dirigir las obras del muelle; estas obras, al igual que el Hotel des Termes, fueron llevadas a cabo por inmigrantes asiáticos y europeos. Los arquitectos franceses Auguste Hughier y Charles Chapeaurouge, por su parte, diseñaron los ambiciosos planos de la ciudad. Con una gran avenida central a la que se conectaban las principales calles diagonales, los planos presentaban un gran parecido a la localidad costera de Cabourg, en Normandía. Esto suponía una ruptura de estilo con el patrón de tablero de damas típico de las ciudades de Sudamérica, con el objetivo de dar a Ostende un «atractivo europeo».
Los veraneantes procederían principalmente de Buenos Aires, pero, en esa fase inicial del proyecto, los promotores estaban totalmente centrados en encontrar posibles inversores. La variedad en los anuncios apuntaba a una auténtica campaña de marketing; se promocionaba a Ostende como la playa más bonita de Sudamérica, con un clima suave y rodeada de pintorescos bosques en los que cazar, practicar deportes o disfrutar de un picnic. Por un módico precio, era posible hacerse con un lugar en el paraíso. En Mar del Plata, la principal localidad costera de Argentina, se pagaban 200 pesos por vara, la unidad de medida local que equivalía a algo menos de un metro cuadrado. En Quequén, otro municipio que estaba emergiendo en la costa, costaba 50 pesos. Ostende ofrecía los mejores terrenos cerca de la Rambla a 10 pesos, aquellos más alejados del mar a solo 1 peso. Esos precios solo eran temporales para promocionar el proyecto y aumentarían rápidamente; Ostende, al ser la localidad costera más cercana a Buenos Aires, acabaría convirtiéndose en la más popular de todo el país. Gracias al desarrollo de la pesca, la producción de carne y verduras y la apertura de una fábrica de muebles, Ostende también desarrollaría una vida urbana propia, más allá del turismo. Se presentaba al lector como cuestión abierta cuánto valdrían esos terrenos pasados unos dos o tres años, cuando la estación de tren Ferrocaril Sud permitiera una conexión con Buenos Aires y la Rambla, con el Casino-Kursaal, con chalés y hoteles y con el Hotel Palace como joya de la corona; un edificio rodeado de pabellones y con un acabado único, siguiendo el estilo de distintos países del mundo. Para dar a conocer los planes al público, también se crearon campañas publicitarias con imágenes de las distintas obras en construcción.
La Ostende argentina, con llamativos nombres de calles como Calle Bruselas, Mons, Anvers, Rubens y Avenida Robette, todavía existe en la actualidad, aunque no como la habían imaginado quienes la crearon. Cómo tuvo esa idea Fernand Robette, qué fue lo que salió mal y dónde acabó el susodicho pionero belga, continúan siendo incógnitas. Para comprender mejor los procesos que llevaron a Fernand a dar ese paso, las pequeñas piezas de rompecabezas de esta microhistoria han de colocarse en la correspondiente perspectiva de la historia mundial. En aquella época, el turismo estaba en pleno auge; ya no era algo exclusivamente para la élite, sino que también estaba al alcance de clase media. Estaba convirtiéndose en un importante elemento de construcción social. Y es ahí cuando se plantaron las semillas para que el sector turístico se convirtiera en un verdadero pilar económico. A este respecto, Ostende también es importante desde el punto de vista de la historia universal, evitando que caiga en el olvido. Por qué el desarrollo de Oostende como localidad costera tuvo su parangón al otro lado del Atlántico? Hasta qué punto son similares estos proyectos y en qué medida están unidos entre sí? Qué nos cuentan acerca de la globalización del turismo?
Te gustaría saber más? La historia completa se encuentra en el libro «Energía, emigración y ecología - (Sin)sentido de la historia universal» de Hanne Cottyn y Robrecht Declercq.